Cientos de pequeños mozos farinatos tomaron los pinos nada más encerrarse Riachuelo. Era su turno. Y salieron por la puerta grande. Todas las suertes taurinas del Carnaval, a relucir: carreras, muletazos a diestra y siniestra. Capotazos. Y recortes. Todo condensando en un intenso y multitudinario encierro de carretones. El veneno carnavalero floreciendo. Sin más.
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