La capea se torna en monumento. Sin alharaca alguna. Sin la necesidad del recurso fácil de la reolina. El blasón en piedra esquinado sobre la casa del primer Marqués de Cerralbo; los motivos vegetales esculpidos sobre la fachada son parte del señorío que absorbe la Plaza del Carnaval. El derechazo de limpio trazo se asienta sobre la cadera del maletilla; cuatro muletas más y un capote esperan su turno para cincelar otra obra distinta que sumar a la prueba. Faltan 11 días.
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